sexta-feira, 21 de agosto de 2009

Comentario da Lección 08 - Amar a los Hermanos - "La Escuela en el Aire" (Escola no Ar)

"La Escuela en el Aire" (Escola no Ar)

 

3to Trimestre del 2009 - Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan

Comentario da Lección 08 - Amar a los Hermanos

 

 

Sabado, 15/8/2009 - › Amar a los Hermanos 

En esta semana estudiaremos un tema juanino por excelencia: el amor. No obstante sea de autoría de Pablo el poema más lindo sobre ese tema (1 Corintios 13), no podría ser otro sino el discípulo amado que, abordándolo llegase a la conclusión máxima: "Dios es amor" (1 Juan 4:8, 16).

Un abordaje así efectiva tiene una razón de ser: la experiencia de transformación que Juan obtuvo a través de su comunión con Jesús. Al tornarse su discípulo, él reveló ser movido por marcados trazos negativos que lo hacían algo antipático delante de sus compañeros del discipulado; era el más joven del grupo (El Deseado de Todas las Gentes, p. 213) y se revelaba ambicioso por el primer lugar. De hecho la codicia, el amor a la posición y a la supremacía y el deseo de ser promovido (Mateo 1):35-37, 41), caracterizaban su manera de ser. Y esos defectos no eran los únicos.

Jesús los llamó a él y a su hermano Santiago, "hijos del trueno". Eran irascibles, impetuosos, dados al resentimiento y propensos a la venganza (Lucas 9:49-54) Por detrás de todo esto, sin embargo, Jesús discernió en Juan, un corazón ardiente, sincero y amante. Aunque reprendido por el Maestro, se apegaba a Él más firmemente, hasta que tuvo el alma amalgamada a la de Él. Fue el "discípulo que Jesús amaba". En su corazón, la llama de la lealtad y devoción ardiente lo tornaron uno de los más destacados apóstoles en la iglesia cristiana.
 

Entre Jesús y él se desarrolló profunda amistad, más intensa con relación a los otros discípulos; no que Jesús no los amase a ellos, más porque en Juan, su amor encontró eco de lo más expresivo. Ese discípulo bebió tanto de la Fuente, que se tornó una vívida reproducción del Salvador. Como Jesús, era la expresión máxima del amor de Dios, Juan se tornó una evidente demostración de ese amor; una prueba inequívoca de que el amor transforma. Como dice la lección: El amor puede cambiar el mundo, las iglesias, las familias y los matrimonios". Puede cambiar también a cada uno de nosotros.

¿Pero cómo fue posible tal cambio? Observen: "Día a día, en contraste con su propio espíritu violento, él observaba la ternura y la longanimidad de Jesús y oía sus lecciones de humildad y paciencia. Día a día su corazón era atraído hacia Cristo, hasta que perdió de vista su propio yo en el amor por el Maestro. El poder y ternura, la majestad y blandura, el vigor y la paciencia que él veía en la vida diaria del Hijo de Dios, le llenaron de admiración. Sometió su temperamento ambicioso y vengativo al modelador poder de Cristo, y el divino amor operó en él la transformación del carácter..." (El Deseado de Todas las Gentes, pág. 557). También nosotros tenemos que aprender de Jesús como Juan aprendió.

Se afirma que estando para morir, le preguntaron si tenía un último mensaje a dar. "Amaos unos a los otros", dice él y expiró.



Domingo, 16/8/2009 - › Los Dos Pasajes del Amor (1Juan 3:11-24; 4:7-5:4)

La lección nos recuerda que el texto 3:10 hace el puente entre lo que Juan presentara antes, los privilegios y las implicancias de ser hijos de Dios y, a seguir, su abordaje sobre el amor. Él quiso reforzar el hecho de que el amor fraternal es la mayor evidencia de la filiación divina, esto es, que pertenecemos a una gran familia, cuyo Padre no es otro sino el Señor del Universo. En esa familia, el hermano mayor es Jesús Cristo, Aquél por el cual nuestra filiación se torna posible (Juan 1:12). Esa evidencia fue estipulada por Él mismo: "En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos para con los otros" (Juan 13:35).

La lección también hace una exposición satisfactoria sobre los paralelos entre los textos para el estudio de hoy. Destaca, igualmente, que el discurso de Juan sobre el amor también es para ser entendido en el contexto de los disidentes gnósticos que perturbaban a la iglesia en aquellos días (a propósito, la epístola entera debe ser considerada así; esa es nuestra posición en el presente comentario).

Al final, no se puede amar a Dios en la intensidad de amor que Él merece, si no se lleva en consideración lo cuánto Él nos amó al entregar a su Hijo unigénito (vf. Juan 3:16) para ser nuestro Salvador. "Solo en la medida que entendemos lo que sucedió en la cruz y como Cristo llevó sobre sí mismo el castigo de nuestros pecados es que podemos amar a Dios como debemos". Los gnósticos, con sus herejías, obliteraban lo que realmente había ocurrido en el Calvario, lo que repercutía negativamente en la forma como el amor fraternal debería ser cultivado por los miembros de la comunidad en que ellos ejercían fuerte influencia. De allí la exhortación apostólica sobre el amor.

Añado apenas que hay dos términos griegos principales que significan amor,
 philía y ágape. El primero aparece en la Biblia apenas una vez, en Santiago 4:4, vertido "amistad". El segundo es empleado unas 115 veces, de las cuales 25 en los escritos juaninos (7 en el Evangelio y 21 en las Epístolas), más de 24%. Las formas verbales philéo y agapón son más bien frecuentes en toda la Biblia (25 veces el primer término y 141 el segundo). Juan emplea philéo apenas en su Evangelio (13 veces, lo que corresponde a más del 50%). En cuanto al empleo del agapónocurre en todos los escritos juaninos (36 en el Evangelio, 31 en las Epístolas, de las cuales 28 en la primera, y 4 en Apocalipsis; corresponde a casi el 50% del empleo en todo el Nuevo Testamento).

Philéo
 debe ser entendido más como afecto cariñoso, ternura, etc., el ejercicio del amor entre personas que se estiman; agapón es el amor altruista, desinteresado, que no busca el interés propio sino del objeto amado; el amor que está listo a servir al ente amado, y hasta aún ser sacrificado por él. Esa es la calidad de amor con que Dios nos amó, y es la calidad con que debemos amar a Él, y a nuestros semejantes, "principalmente a los de la familia de la fe" (Gálatas 6:10).



Lunes, 17/8/2009 - › La "Definición" del Amor (1 Juan 3:11–16; 4:7-16). 

El uso más acentuado de
 ágape/agapón por Juan es muy significativo. Él esperaba que los miembros de su comunidad se sintiesen de tal forma tocados por el amor de Dios a punto de ser llevados a amar como Dios ama.

La lección observa que el apóstol define el amor primeramente ejemplificado en Caín lo que no es amor. De hecho, la acción de Caín asesinando a su hermano es precisamente el extremo opuesto del amor divino. En cuanto aquél está listo a sacrificarse, a favor del ente amado, lo que posee de más preciso. Caín es el que se levantó para sacrificar la vida que él no solamente debería preservar, mas a favor del cual hasta debería estar dispuesto a ser sacrificado, si fuese tal acto necesario. Eso, sin embargo, solo sucedería si él estuviese imbuido del amor divino.
 

A propósito, Juan no menciona el nombre de la víctima del acto homicida de Caín; prefiere "su hermano" en lugar de "Abel", por motivo de contraste con "amor fraternal" (amor entre hermanos). Con eso, él deja traslucir que la acción del primer homicida podría ser repetida "entre hermanos", los miembros de la comunidad cristiana a la cual se dirigía. Según lo que Juan afirma, de hecho, no precisamos quitar la vida a alguien para ser homicida (vs. 15; vf. Mateo 5:21, 22). Por ejemplo, podemos matar con la lengua, tanto cuanto con la espada o el puñal. Con ella bendecimos o maldecimos (Santiago 3:9), construimos o derribamos, curamos o herimos, vivificamos o matamos. Nuestras palabras pueden ser "un olor de vida para vida o de muerte para muerte"
 (Parábolas de Jesús, p. 337). ¡Necesitamos tener cuidado, para no seguir el camino de Caín!.

Al ejemplo negativo de Caín, Juan contrapone el ejemplo positivo, sublime, altruista de Jesús, Aquél que "depuso su vida por nosotros". Para la lección, "este es el significado más profundo de amor. Amar significa hacer todo lo que fuere necesario para ayudar a otros, aunque requiera abnegación", o aún el sacrificio, yo diría.
 

Pero, a más de esta definición pastoral, Juan nos ofrece una definición aún más relevante, pues esta que acabamos de considerar procede de aquella. Según los escritos juaninos, verdad, luz y amor no deben ser definidos en términos meramente conceptuales; los términos identifican, ante todo, una persona: Dios. Él es luz (1:5), verdad (5:6) y amor (4:8, 16), y su Hijo, Jesús Cristo, es luz (Juan 1:4-9; 8:12) y verdad (14:6) encarnadas; y por la forma como demostró amor en su paso por la Tierra, Él no puede ser menos que amor encarnado (Juan 13:33).

A ejemplo de "Dios es luz" (vea lección y comentario del 12 de Julio), la fórmula "Dios es amor" podría igualmente ser tomada como simple abstracción filosófica. Mas, el apóstol no está filosofando; nuevamente habla en términos prácticos. Dios no ama apenas de palabra, su amor se cristaliza en actos, cuya expresión máxima es Jesús Cristo: "En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros, en haber enviado Dios a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de Él. En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó, y envió a su Hijo, como propiciación por nuestros pecados" (1 Juan 4:9, 10). A ese respecto, la lección del domingo ya declara: "Únicamente a través de Él [Jesús] y de lo que Él hizo por nosotros puede el amor de Dios ser entendido en un sentido más profundo".



Martes, 18/8/2009 - › Una Crisis de Certeza (1 Juan 3:19-21; 4:17, 18)

La confianza referida aquí es la confianza en Dios. La crisis acontece cuando dejamos de contemplar fijamente a Jesús y pasamos a mirar hacia nosotros mismos. Excepto si somos tomados por un arrobo de presunción farisaica, cuando eso acontece, luego, muy luego, comprendemos cuán distantes estamos del ideal de Dios para nosotros; entonces podremos ser llevados aún hasta la desesperación (vf. Romanos 7:24).

No podemos nunca olvidar que nuestra suficiencia se encuentra exclusivamente en la amorosa persona de Jesús. Necesitamos escondernos en Él. Si hacemos eso, seremos salvos de tres situaciones bien complicadas: (1) el insidioso
 perfeccionismo, que siempre se muestra con aires de impecabilidad, tal como ocurría con aquellos disidentes de los días de Juan. (vea el comentario del día 13 de Julio); (2) el no menos peligroso liberalismo, con sus ideas condescendientes, y permisivas, de que ni todo debe ser así tan rígido, o llevado a serio – al final, un poco de indolencia (piensan los liberales) no hace mal a nadie; y, finalmente, (3) el pernicioso derrotismo, que se nutre constantemente de sentimientos negativos, muy bien incorporados en el creyente pesimista, aquél que se imagina que su caso es sin esperanza y que, para él "no hay manera ni como" Para estas situaciones, y otras de idéntica naturaleza, la gracia es el remedio.

La "crisis de certeza" es antes de todo una crisis de consciencia. Es interesante notar que las tres situaciones descritas arriba pueden tornar la consciencia insensible, mas la tercera puede conducir para el otro extremo: tornar la consciencia un factor de continua acusación y condenación, un estado innegablemente deprimente que roba la paz y cualquier sentido de seguridad. Conservándonos en Jesús, ni seremos llevados a la indiferencia, esto es, siempre seremos sensibles a nuestras propias deficiencias e insuficiencias, ni nos dejaremos zozobrar por el conocimiento de nuestras fallas; tan luego sintamos la conciencia a aguijonearnos.

Procuremos inmediatamente la solución para el eventual problema que nos aflige. Es por todo eso que Juan afirma: si nuestro corazón [la consciencia] nos acusa, ciertamente Dios es mayor que nuestro corazón, y conoce todas las cosas"; y que si él "no nos acusa [lo que no sería absolutamente el producto de cualquier de las tres situaciones referidas, sino de la gracia operando en nosotros], tenemos confianza delante de Dios". (vs. 20, 21). Esta confianza es tan bien fundamentada en los méritos de Jesús que no estaremos inseguros cuanto al juicio de Dios, pues en nosotros fue perfeccionado el amor (4:17). Como la lección afirma, "Solamente cuando nos apoyamos en sus méritos y no en los nuestros, es que podemos tener confianza y certeza... Estar en su amor aparta todo miedo.

De hecho, todas esas bendiciones son fruto del amor. En Él "tranquilizaremos a nuestro corazón" (3:19), porque en el amor no hay temor; antes el perfecto amor echa fuera el temor" (4:18). ¿Podría haber una solución mejor para la "crisis de certeza?".



Miercoles, 19/8/2009 - › El Amor en Acción (1 Juan 3:17, 18; 4:19-21)

Vemos, entonces, que el acto de Dios impide que nuestra consciencia se torne insensible. Así, la manera como Dios ejerce amor no puede dejarnos impasibles. Tiene que ser el gran muelle impulsor o motivador de nuestro amor. "Amados, si Dios de tal manera nos amó, nosotros también debemos amarnos los unos a los otros" (4:11).

Alguien podría, entre tanto, argumentar que es a Dios que debemos amar, y no a nuestros semejantes, pues fue Él quién nos amó de "tal manera". El apóstol se apresura en contrariar ese pensamiento, recordando que "nadie jamás vio a Dios; ...aquél que no ama a su hermano a quién ve, no puede amar a Dios a quién no ve" (vs. 12, 20). En otras palabras, el amor a Dios se evidenciará en el amor fraternal. "Pues, tenemos de parte de Él este mandamiento, que aquél que ama a Dios, ame también a su hermano". (vs. 21)

¿Pero, con qué acciones el amor será evidenciado? Respondo a esa pregunta con otra pregunta: ¿Con qué tipo de acción evidenció Dios su amor? Ya sabemos: Él fue al punto máximo del altruismo y de la abnegación; quién estuviere imbuido de su amor estará dispuesto aún al mismo sacrificio a favor de quien el ama. Juan, todavía nos da un ejemplo de acción esperada de aquél que ama, reconocidamente un ejemplo del punto máximo de altruismo y abnegación ilustrado por el mismo Dios. "Pues, aquél que posee recursos de este mundo y viere a su hermano padecer necesidad y le cerrare su corazón, ¿cómo puede permanecer en él el amor de Dios?" (3:17).

Lo que aquí Juan ejemplifica no envuelve sacrificio, pues él habla de alguien que posee "recursos", y que tan solamente se dispusiera de alguno de ellos. Como la lección advierte, "no es probable que alguno de nosotros seamos llamados a morir por otros creyentes. Pero es más probable que seamos llamados a demostrar amor por alguien que tiene necesidades. Podemos tener los medios para proveer empleo, comida, ropas, educación cristiana, refugio, cualquier cosa. Pero muchas veces, preferimos vivir nuestra propia vida confortable".

Si así sucede, esto es, si no se cumple ese mínimo esperado, ¿cómo llegar al ideal del amor? ¿Si alguien no es fiel en lo poco, podrá serlo en lo mucho? (ver Lucas 16:10)



Jueves, 20/8/2009 - › El Amor y los Mandamientos (1Juan 3:22-24; 4:21-5:4)

Como no podría dejar de ser, Juan conduce su abordaje del amor a la cuestión de la observancia de los mandamientos. La ley de Dios es la ley del amor, registrada en dos tablas de piedra. La primera contiene cuatro mandamientos que se aplican a nuestras relaciones con Dios (el cuarto, aún incluye también a nuestro prójimo), y la segunda tabla contiene los seis últimos, que se aplican al prójimo. Jesús resumió las dos tablas en dos mandamientos específicos: "Amarás al Señor tu Dios..." y "a tu prójimo como a ti mismo". (Mateo 22:37-39). Aún más, como ya comentamos, a la luz del propio ejemplo de Jesús, el imperativo del amor ligado a los mandamientos da un paso al frente: "amarás... como Yo amé" ( Juan 13:33); eso, como vemos, es más de lo que "amarás como a ti mismo".

En sus nuevas declaraciones, Juan presenta algunas implicaciones del guardar los mandamientos. En primer lugar, la obediencia es condición para que Dios atienda los pedidos que le son dirigidos (3:22). Nos recuerda los Salmos 66:18 – "Si yo en el corazón contemplare la vanidad, el Señor no me habría oído", y Proverbios 28:9 – "El que desvía sus oídos de oír la ley, hasta su oración será abominable".

Segundo, la obediencia es fruto del amor. Quién ama guarda los mandamientos (5:2).

Tercero, para aquél que ama, los mandamientos de Dios no son penosos (5:3), pues es propio del amor mover a quien ama a hacer la voluntad de Aquél que es amado.

La lección no deja pasar por alto el hecho de que Juan empleó el término
 mandamiento tanto en la forma singular como plural. Al usar la forma singular, él hace referencia al "nuevo mandamiento" dado por Jesús (2:7, 8 – Vea el comentario del día 22 de Julio), el imperativo de creer en Jesús asunto de la próxima lección) y de amarnos unos a los otros (3:23; 2Juan 5), y el imperativo de amar a Dios y al hermano en la fe (4:21), al imperativo de andar en la verdad (2Juan 4), y al imperativo que se ande en el amor(vs.6).

Al emplear la forma plural, "Juan puede haber indicado que el mandamiento del amor se expresa en la multiplicidad del mandamiento". En otras palabras, el amor a Dios, que igualmente involucra el amor al prójimo, requiere obediencia plena a su voluntad.



Viernes, 21/8/2009 - › El Amor y los Mandamientos (1Juan 3:22-24; 4:21-5:4)

Como no podría dejar de ser, Juan conduce su abordaje del amor a la cuestión de la observancia de los mandamientos. La ley de Dios es la ley del amor, registrada en dos tablas de piedra. La primera contiene cuatro mandamientos que se aplican a nuestras relaciones con Dios (el cuarto, aún incluye también a nuestro prójimo), y la segunda tabla contiene los seis últimos, que se aplican al prójimo. Jesús resumió las dos tablas en dos mandamientos específicos: "Amarás al Señor tu Dios..." y "a tu prójimo como a ti mismo". (Mateo 22:37-39). Aún más, como ya comentamos, a la luz del propio ejemplo de Jesús, el imperativo del amor ligado a los mandamientos da un paso al frente: "amarás... como Yo amé" ( Juan 13:33); eso, como vemos, es más de lo que "amarás como a ti mismo".

En sus nuevas declaraciones, Juan presenta algunas implicaciones del guardar los mandamientos. En primer lugar, la obediencia es condición para que Dios atienda los pedidos que le son dirigidos (3:22). Nos recuerda los Salmos 66:18 – "Si yo en el corazón contemplare la vanidad, el Señor no me habría oído", y Proverbios 28:9 – "El que desvía sus oídos de oír la ley, hasta su oración será abominable".

Segundo, la obediencia es fruto del amor. Quién ama guarda los mandamientos (5:2).

Tercero, para aquél que ama, los mandamientos de Dios no son penosos (5:3), pues es propio del amor mover a quien ama a hacer la voluntad de Aquél que es amado.

La lección no deja pasar por alto el hecho de que Juan empleó el término
 mandamiento tanto en la forma singular como plural. Al usar la forma singular, él hace referencia al "nuevo mandamiento" dado por Jesús (2:7, 8 – Vea el comentario del día 22 de Julio), el imperativo de creer en Jesús asunto de la próxima lección) y de amarnos unos a los otros (3:23; 2Juan 5), y el imperativo de amar a Dios y al hermano en la fe (4:21), al imperativo de andar en la verdad (2Juan 4), y al imperativo que se ande en el amor(vs.6).

Al emplear la forma plural, "Juan puede haber indicado que el mandamiento del amor se expresa en la multiplicidad del mandamiento". En otras palabras, el amor a Dios, que igualmente involucra el amor al prójimo, requiere obediencia plena a su voluntad.


 

Conozca lo autor

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Pr. Dr. José Carlos Ramos
Professor do curso de Teologia do UNASP-EC, o pastor José Carlos Ramos é doutor em Teologia, na área de Ministério.

 

Conozca lo traduor

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Daniel Román Roque
Después de servir en Adra Perú por algunos años, Dios me continúa dando la oportunidad de Servirle aquí en Brasil traduciendo los textos de los comentarios de las Lecciones de la Escuela Sabática, producidos por pastores para "La Escuela en el Aire" (Escola no Ar). Por lo que quedo infinitamente agradecido a nuestro Padre Celestial por aún poderle servir.

 

www.escolanoar.org.br

FONTE: http://www.escolanoar.org.br/Novo/impressao_es.asp?nivel=adultos_es&data=21/8/2009