domingo, 16 de agosto de 2009

Comentario da Lección 07 - Vivir Como Hijos de Dios - LA ESCUELA EN EL AIRE (ESCOLA NO AR)

 

LA ESCUELA EN EL AIRE (ESCOLA NO AR)

 

3to Trimestre del 2009 - Amadas y llenas de amor: Las Epístolas de Juan

Comentario da Lección 07 - Vivir Como Hijos de Dios

 

 

Sabado, 8/8/2009 - › Hijos de Dios (1 Juan 3:1)

El tema de la filiación divina aparece en varios puntos del Nuevo Testamento, más principalmente en dos de sus escritores que tocan de manera más amplia: Pablo y Juan. La diferencia es que, para el primero, la filiación es por adopción (Romanos 8:15; Efesios 1:5), en cuanto para el segundo es por generación. Si es verdad que, infelizmente, a veces un niño es concebido y finalmente nace sin que sea deseado. Es verdad también que nadie adopta un niño sin que la quiera, sin que sea movido por amor.

En lo que respecta a Dios, todavía no importa si por adopción o por descendencia, nunca nadie es recibido como hijo que no sea en virtud de su grandioso amor; el texto de estudio de hoy es claro a ese respecto. En otras palabras, nuestra divina filiación es una iniciativa exclusiva de Dios. "El Señor tomó la iniciativa de hacer eso por nosotros", dice la lección "El nuevo nacimiento es obra suya, no es nuestra. No podemos promover ni nuestro nacimiento ni nuestra adopción como hijos de Dios".

La lección también menciona que no es otro, sino el Creador de todo el Universo, compuesto de un sin número de galaxias, constelaciones, estrellas y planetas, que nos escogió para que seamos sus hijos; y yo diría, en un sentido muy más allegado de lo que aquél proveniente del acto de ser creado por Él. De hecho, por el plan de redención, el pecador arrepentido y recibido como hijo se puede tornar tan más íntimo de Dios de aquél que nunca hubiese pecado.

Juan emplea el griego gennáõ, "engendrar", "nacer", "dar a luz", etc., casi veinte veces en el contexto de la filiación divina y, de estas, unas siete veces en 1 Juan. Por ejemplo, en el prólogo del evangelio él afirma que todos cuantos creen en Jesús reciben "el poder de ser hechos hijos de Dios... los cuales no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, más de Dios" (Juan 1:12, 13) Después él amplía el cuadro narrado el diálogo entre Cristo y Nicodemo, en que la experiencia del nuevo nacimiento es referido (3:3, 5, 6-8). En 1 Juan él siempre hace referencia a las implicaciones morales de la filiación, la primera de las cuales es reservada para el estudio de mañana.



Domingo, 9/8/2009 - › Hijos de Dios (1 Juan 3:1)

El tema de la filiación divina aparece en varios puntos del Nuevo Testamento, más principalmente en dos de sus escritores que tocan de manera más amplia: Pablo y Juan. La diferencia es que, para el primero, la filiación es por adopción (Romanos 8:15; Efesios 1:5), en cuanto para el segundo es por generación. Si es verdad que, infelizmente, a veces un niño es concebido y finalmente nace sin que sea deseado. Es verdad también que nadie adopta un niño sin que la quiera, sin que sea movido por amor.

En lo que respecta a Dios, todavía no importa si por adopción o por descendencia, nunca nadie es recibido como hijo que no sea en virtud de su grandioso amor; el texto de estudio de hoy es claro a ese respecto. En otras palabras, nuestra divina filiación es una iniciativa exclusiva de Dios. "El Señor tomó la iniciativa de hacer eso por nosotros", dice la lección "El nuevo nacimiento es obra suya, no es nuestra. No podemos promover ni nuestro nacimiento ni nuestra adopción como hijos de Dios".

La lección también menciona que no es otro, sino el Creador de todo el Universo, compuesto de un sin número de galaxias, constelaciones, estrellas y planetas, que nos escogió para que seamos sus hijos; y yo diría, en un sentido muy más allegado de lo que aquél proveniente del acto de ser creado por Él. De hecho, por el plan de redención, el pecador arrepentido y recibido como hijo se puede tornar tan más íntimo de Dios de aquél que nunca hubiese pecado.

Juan emplea el griego gennáõ, "engendrar", "nacer", "dar a luz", etc., casi veinte veces en el contexto de la filiación divina y, de estas, unas siete veces en 1 Juan. Por ejemplo, en el prólogo del evangelio él afirma que todos cuantos creen en Jesús reciben "el poder de ser hechos hijos de Dios... los cuales no nacieron de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de hombre, más de Dios" (Juan 1:12, 13) Después él amplía el cuadro narrando el diálogo entre Cristo y Nicodemo, en que la experiencia del nuevo nacimiento es referido (3:3, 5, 6-8). En 1 Juan él siempre hace referencia a las implicaciones morales de la filiación, la primera de las cuales es reservada para el estudio de mañana.



Lunes, 10/8/2009 - › Resultados y Responsabilidades (1 Juan 3:2, 3)

¿Cuál es el primer resultado de nuestra filiación divina? El texto es claro en la respuesta: "El mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él" (Dios), Poco antes Juan había exhortado a sus lectores a que no amasen al mundo (2:15, 16). Ahora indirectamente, él afirma que el mundo no los ama, algo que él declara abiertamente (3:13). También en lo que respecta al pecado, tiene que haber reciprocidad. No se puede imaginar que sea amado por el mundo el cristiano que no ama al mundo (cf. Juan 15:18, 19); En este caso, la hostilidad del mundo es buena señal: "...no os maravilléis, si el mundo os odia".
Otros resultados aparecen normalmente en el recorrer de las colocaciones juaninas; estas resumen los derechos y deberes subsecuentes de la filiación divina.

En cualquier aspecto de la vida, nos son atribuidas derechos y deberes, privilegios y responsabilidades. Es de lamentar que muchos se empeñen por disfrutar derechos y privilegios, al mismo tiempo en que hacen de todo para librarse de deberes y responsabilidades. Deberían recordar que, así como esperan que sus derechos sean respetados, precisarían conscientemente cumplir con sus deberes, porque la negligencia en hacerlo significará falta de respeto para con los derechos del otro.

Esto es mucho más verdad en la vida espiritual, tanto cuanto es más fútil que alguien busque las bendiciones divinas sin atender a las condiciones vinculadas a ella. Buscar la filiación divina apenas en el interés de privilegios que tal experiencia agracia no es más que presunción farisaica, ¡una afronta a Dios!. ¿Cómo se sentiría un padre al percibir que el hijo quiere saber apenas de él en lo que respecta a los beneficios que pueda obtener de él? Es claro que la relación padre/hijo, a ejemplo del amor entre ambos, presupone la existencia de derechos y deberes recíprocos. ¿Cómo podremos dejar de amar a Dios si reconocemos que él nos ama a punto de tornarnos sus hijos? Solo no lo amaremos si no queremos ese privilegio. Y, amando al Señor admiraremos cada vez más su modo de ser y de actuar, y desearemos crecer en semejanza a Él, lo que también reúne privilegios y deberes.

La lección recuerda que Lucifer también deseo ser semejante a Dios, mas de una manera que le acarreó su propia ruina; él quiso los privilegios con excepción de los deberes. Conforme la lección, "él no estaba interesado en ser semejante a Dios en carácter". Codiciaba su poder. También los verdaderos cristianos anhelan la semejanza con Dios, mas "no desean tomar el lugar de Dios. Desean ser semejantes a Él en amor a los otros, en servicio abnegado, en pureza de pensamiento, justicia y de acción. Respetan la diferencia básica entre el Creador y las criaturas y no pretenden contrariarla. Para ellos, lo más importante es el amor, no el poder".

¡Tornarnos semejantes a Él en la forma correcta! Bien, ese es el primer deber que nos depara el privilegio de ser hijos de Dios. Ese primer deber se desdobla en la esperanza de contemplar su faz y de estar con Él, pues el verdadero amor demanda que se esté en la compañía del ser amado. Somos despertados allí para el sentido de un segundo deber, muy natural en aquellos que desean ver a Dios: Purificarnos "así como Él es puro".

Eso no significa que sea nuestra atribución el acto de purificarnos a nosotros mismos. La purificación se torna posible solamente a través de la sangre vertida en el Calvario (1:7), más la aceptación de ese sacrificio es, allí sí, nuestro deber. Es por ese medio que nos purificamos a nosotros mismos en su sangre. Además "purificar" en 3:2 se encuentra en un tiempo verbal griego que indica un proceso continuo, una experiencia que progresa indefinidamente, paralela al acto de no vivir pecando (vs. 6). Eso tiene que ser así si queremos purificarnos "como Él es puro" Dios es el límite de la pureza, nunca pararemos de crecer.



Martes, 11/8/2009 - › Una Definición de Pecado (1 Juan 3:4)

El texto de hoy nos trae la conocida definición de pecado. "...es la transgresión de La ley". Más, como Juan reconoce que pecado trasciende al mero acto de pecar (transgresión), implicando, sobre todo, un estado que determina la calidad de este acto pecaminoso, él emplea, en la definición, una palabra diferente de aquellas normalmente vertidas para "transgresión" en nuestras Biblias: la anomia, ilegalidad, en lugar de parábasis o paranomía, transgresión.
 

Como ya fue dicha la práctica de pecado evidencia una condición de rebelión, que antecede a la propia práctica pecaminosa. Así, anomia es más que parábasis; indica una situación de la cual la transgresión emerge, un estado de falta de equidad, o igualdad, con el patrón moral absoluto. La manera como la versión "Almeida Revisada y Corregida" vierte el texto se aproxima más del significado de anomia: "Pecado es iniquidad".

Así, cualquier cosa que difiera del carácter de Dios es anomia, es pecado. Un niño de tierna edad no es parabátes (transgresor), pues aún no cometió actos específicos de transgresión, mas, nacido en pecado como todo ser humano ( Salmos 51:5), él es ánomos, diferente del patrón moral absoluto, y por tanto pecador. (ver comentario de la lección del 13 de julio).

Anomia es registrado en 2 Tesalonicenses 2:3 con referencia al "hombre de pecado", el anticristo de los últimos días: "...el hombre de iniquidad" (pecado), esto es aquél que es totalmente sin ley, plenamente des-semejante del carácter de Dios (o totalmente equivalente al carácter de Satanás). La lección toca ese punto, haciendo el puente entre el anticristo final y los anticristos de los días de Juan. "Ese inicuo es exhibido por los anticristos en 1 Juan, rebelándose notoriamente en 1 Juan 3:4 a renunciar a esa actitud y a todo pecado".



Miercoles, 12/8/2009 - › La Aparición de Jesús (1Juan 3:5, 8)

Los dos versículos para el estudio de este día afirman que Jesús se manifestó "para quitar los pecados" y "para destruir las obras del diablo". ¿Cómo cumple Él este duplo y sublime propósito? La lección responde que esto se tornó posible por la muerte de Jesús en la cruz. Mas ese punto necesita ser ampliado. Jesús de hecho "quitó los pecados" y "destruyó las obras del diablo", por aquello que Él es y por aquello que Él hizo, hace y aún hará. Para constatar ese hecho, tenemos que valernos de diferentes pasajes de las Escrituras. Veamos:

Él es:
1) Dios manifestado en carne (Juan 1:1, 14) – alguien menor que Dios no podría vencer a Satanás y resolver el problema de pecado. El Antiguo Testamento habla de un duelo entre Gabriel y el enemigo, pugna que quedó sin definición hasta que Cristo vino en apoyo al primero (Daniel 10:13). Otrosí, para el triunfo sobre el mal, era imprescindible que Él asumiese la vida en la carne (Romanos 8:3).

2) Totalmente exento de pecado, no solamente de actos de pecado (1Pedro 2:22) más, esencialmente del propio pecado (2 Corintios 5:21; 1 Juan 3:5). ¿Cómo alguien maculado con la presencia de pecado podría resolver ese terrible problema? No habría condición. La lección se refiere a esa interferencia, mencionando la "ausencia absoluta de pecado en Jesús" como necesaria "a fin de que su muerte en la cruz nos salvase".

Lo que Él hizo, hace y hará:
1) Cumplió fielmente el plan de Dios para su ministerio terrenal, revelando en su vida y muerte el real carácter de Dios, el conocimiento del cual nos garantiza vida eterna (Juan 17:3, 4) Desmerecer a Dios delante del Universo, desfigurando su verdadero carácter, fue el empeño del enemigo desde el principio, con su obra de rebelión. Con el cumplimiento de su misión, Cristo desenmascaró a Satanás y expuso al público y al desprecio la hediondez de su obra (Colosenses 2:15);

2) Murió por los pecadores (Romanos 5:6; 1 Pedro 3:18; 1 Corintios 15:3). Fue por su muerte que Él triunfó sobre "aquél que tiene el imperio de la muerte, a saber, el diablo" (Hebreos 2:14). Vencida, la muerte no pudo retenerlo en la sepultura (Hechos 2:24).

3) Hoy en el cielo, intercede por los pecadores, aplicando a aquellos que creen las virtudes salvíficas de su sacrificio (Hebreos 7:25);

4) Volverá para consumar la salvación provista por Él (Hebreos 9:28); la consumación de su obra salvífica comprende no solamente conducir a los redimidos a la condición de definitivamente salvos a su reino (Mateo 25:34), más también la eliminación para siempre del pecado, de su causador y de todos los que le devotaron la vida (vs. 41). Entonces, la Tierra emergerá nueva, perfecta e inmaculada (2Pedro 3:13; Apocalipsis 21:1). Estará probado y comprobado que Jesús "se manifestó para quitar los pecados" y "para destruir las obras del diablo" (1 Juan 3:5, 8).
 



Jueves, 13/8/2009 - › ¡Sin Pecado! (1 Juan 3:6, 9)

La lección explica satisfactoriamente la aparente contradicción entre 1 Juan 3:6, 8 y 1:8, 10 – 2:1. Apenas realzo que el verbo pecar, en el texto para el estudio de hoy, es registrado, en el original griego, en presente del indicativo, un tiempo verbal que de costumbre señala " las acciones continuas". De hecho, los tiempos verbales griegos no se limitan a la circunstancia de tiempo, mas extraen también la naturaleza de la acción.

Así, por utilizar el presente del indicativo en expresiones negativas cuanto a la manera por la cual el cristiano se relaciona con el pecado, Juan deja claro que él, en ningún momento, adopta la posición perfeccionista de los disidentes (vea el comentario de la lección del 13 de julio). Él no afirma que el creyente absolutamente no peca (eso es perfeccionismo), sin embargo, no peca habitualmente, por apego al pecado. Existe una gran diferencia, observable inclusive en el modo como el apóstol trata el asunto, entre pecar por hábito, o que envuelve amor, afecto por el pecado, y el pecado que el creyente comete por ser pecador.

Pablo, por ejemplo, afirma haber muerto para el pecado (Romanos 6:2), y que el mundo estaba crucificado para él y él para el mundo (Gálatas 6:14); él, naturalmente, compartía con los que verdaderamente "son de Cristo Jesús", de la experiencia de haber crucificado la carne, con sus pasiones y concupiscencia (5:24); Pero jamás sus labios profirieron cualquier cosa que diese la mínima impresión de estar sin pecado. Muy al contrario, cuando leemos Romanos 7 con atención, notamos que este apóstol jamás pretendió un estado de no pecaminosidad.
 

Sensible a lo que Dios esperaba de él, y a lo que la ley, en su sentido pleno y cristiano, requería de él, confesó: "...no hago el bien que prefiero, más el mal que no quiero, eso hago" (vs.19). En otras palabras, él pecaba, no porque él amaba al pecado, sino como resultante de su condición debilitada, la condición de un carnal "vendido a la esclavitud del pecado" (vs. 14) – "no hago lo que prefiero, sino lo que detesto" (vs.15). Detestar el pecado es precisamente lo contrario de amar el pecado.

Así, fue él dando un informe de su propio desempeño en la vida cristiana, reconociendo su flaqueza, su propia ineficacia, hasta trasbordar su desaliento: "¡Desventurado hombre que soy!" ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? (vs. 24) ; más solo para exclamar en triunfo: "Gracias a Dios por Jesús Cristo, nuestro Señor" (vs. 25)
Esa es la manera paulina de expresar lo que Juan más tarde declaró: "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesús Cristo el Justo". (1 Juan 2:1)
 



Viernes, 14/8/2009 - › ¡Sin Pecado! (1 Juan 3:6, 9) - Repetido.

La lección explica satisfactoriamente la aparente contradicción entre 1 Juan 3:6, 8 y 1:8, 10 – 2:1. Apenas realzo que el verbo pecar, en el texto para el estudio de hoy, es registrado, en el original griego, en presente del indicativo, un tiempo verbal que de costumbre señala " las acciones continuas". De hecho, los tiempos verbales griegos no se limitan a la circunstancia de tiempo, mas extraen también la naturaleza de la acción.

Así, por utilizar el presente del indicativo en expresiones negativas cuanto a la manera por la cual el cristiano se relaciona con el pecado, Juan deja claro que él, en ningún momento, adopta la posición perfeccionista de los disidentes (vea el comentario de la lección del 13 de julio). Él no afirma que el creyente absolutamente no peca (eso es perfeccionismo), sin embargo, no peca habitualmente, por apego al pecado. Existe una gran diferencia, observable inclusive en el modo como el apóstol trata el asunto, entre pecar por hábito, o que envuelve amor, afecto por el pecado, y el pecado que el creyente comete por ser pecador.

Pablo, por ejemplo, afirma haber muerto para el pecado (Romanos 6:2), y que el mundo estaba crucificado para él y él para el mundo (Gálatas 6:14); él, naturalmente, compartía con los que verdaderamente "son de Cristo Jesús", de la experiencia de haber crucificado la carne, con sus pasiones y concupiscencia (5:24); Pero jamás sus labios profirieron cualquier cosa que diese la mínima impresión de estar sin pecado. Muy al contrario, cuando leemos Romanos 7 con atención, notamos que este apóstol jamás pretendió un estado de no pecaminosidad. Sensible a lo que Dios esperaba de él, y a lo que la ley, en su sentido pleno y cristiano, requería de él, confesó: "...no hago el bien que prefiero, más el mal que no quiero, eso hago" (vs.19). En otras palabras, él pecaba, no porque él amaba al pecado, sino como resultante de su condición debilitada, la condición de un carnal "vendido a la esclavitud del pecado" (vs. 14) – "no hago lo que prefiero, sino lo que detesto" (vs.15). Detestar el pecado es precisamente lo contrario de amar el pecado.

Así, fue él dando un informe de su propio desempeño en la vida cristiana, reconociendo su flaqueza, su propia ineficacia, hasta trasbordar su desaliento: "¡Desventurado hombre que soy!" ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte? (vs. 24) ; más solo para exclamar en triunfo: "Gracias a Dios por Jesús Cristo, nuestro Señor" (vs. 25)
Esa es la manera paulina de expresar lo que Juan más tarde declaró: "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesús Cristo el Justo". (1 Juan 2:1)
 


 

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Pr. Dr. José Carlos Ramos
Professor do curso de Teologia do UNASP-EC, o pastor José Carlos Ramos é doutor em Teologia, na área de Ministério.

 

Conozca lo traduor

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Daniel Román Roque
Después de servir en Adra Perú por algunos años, Dios me continúa dando la oportunidad de Servirle aquí en Brasil traduciendo los textos de los comentarios de las Lecciones de la Escuela Sabática, producidos por pastores para "La Escuela en el Aire" (Escola no Ar). Por lo que quedo infinitamente agradecido a nuestro Padre Celestial por aún poderle servir.

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FONTE: http://www.escolanoar.org.br/Novo/impressao_es.asp?nivel=adultos_es&data=14/8/2009