Sabado, 22/8/2009 - › Creyendo en el Hijo de Dios Creer en Jesús es condición "sine qua non" para que seamos salvos. Es maravilloso como Dios nos amó enviando a su Hijo unigénito para ser nuestro salvador; es inspirador acompañar su trayectoria en este mundo, sus obras de misericordia, sus mensajes plenos de perdón y acogimiento, su desprendimiento y su espíritu de sacrificio a punto de ofrecer la vida en la cruz para redimirnos. Pero si no creemos en Él, si no lo aceptamos como nuestro Salvador y Señor, todo habrá sido en vano. Estaremos tan perdidos como si Dios no nos amase, y Jesús no hubiese venido a este mundo para salvarnos. Mas, como la lección enfatiza, tenemos que creer en Aquél Jesús sobre el cual las Escrituras da testimonio, no del mutilado Jesús de los conceptos humanos, no el distorsionado Jesús del liberalismo teológico, que no hace otra cosa sino lanzar al hombre en el laberinto de la duda, robándole el mayor don que el Cielo otorgó, después del mismo Cristo y del Espíritu Santo; la fe. Y robándole la fe le roba todo. Excluyendo al Cristo de la fe, e eliminando las cualidades que hacen del Cristo histórico de los evangelios el verdadero Mesías, el liberalismo acaba por ofrecer apenas el espectro de un salvador. ¡Un Cristo ni histórico, ni de la fe; el Cristo del nada!. No, esos tipos de Jesús no sirven. Tenemos que quedar con el auténtico, el Cristo de los Evangelios. Es en Él que tenemos que creer si queremos ser salvos. Eso es muy importante en los días en que vivimos, cuando nuevas divagaciones (en realidad nuevas facciones de herejías antiguas) están surgiendo, inclusive en los campos del pueblo de Dios. Enternecido por el amor divino que le deparó "tan grande salvación" (Hebreos 2:3).el apóstol Juan no podría permanecer impasible, dejando de referir el imperativo de la creencia en el Jesús de la fe. Él lo hizo principalmente para combatir herejías que colocaban en duda la virtud salvadora que Jesús realizara y continúa haciendo por el pecador. Domingo, 23/8/2009 - › Creer en Jesús y la Victoria (1Juan 5:1-5) La victoria que se obtiene por la fe en Jesús no es otra cosa sino su propia victoria aplicada a nuestra experiencia. Por lo tanto, es una victoria de naturaleza espiritual. La lección admite ese hecho al declarar: "La batalla que los cristianos tienen que luchar es espiritual. En los escritos de Juan, el camino para la victoria no es por el uso de la violencia ni de la fuerza física. El camino para vencer es por la fe, y la fe se demuestra por el tipo de vida que se tiene". – John Milton, autor del Paraíso Perdido,-- ya decía: "Quién vence por la fuerza es solo la mitad que vence al enemigo". Y añado que vencer al enemigo "solo por la mitad" es otorgarle una victoria completa. La lección aún dice: "El vencedor por excelencia es Jesús Cristo. Visto que Él obtuvo la victoria, sus seguidores pueden también vencer. Hasta cierto punto, ellos ya tienen la victoria: la de Cristo en su favor". En otras palabras Jesús ganó la victoria no solo para sí, mas igualmente para su pueblo, de manera que, si ya tenemos a Jesús, ya somos victoriosos; mas si no lo tenemos, ya somos derrotados. Esa victoria, es claro, tiene que repetirse cada día, conforme la vida prosigue. El Apocalipsis toca ese punto al afirmar que, en el contexto de la batalla final, "Vencerán también los llamados, elegidos y fieles que se encuentran con Él [Jesús]" 17:14). Los actos de "llamar" y "elegir" son de Dios (de hecho, la salvación es don exclusivo de Él), mas ser "fiel" depende de nuestra decisión y empeño, en que pese el hecho de que es Dios quién provee recursos para la fidelidad. De allí la necesidad de ejercer fe legítima en Jesús, de donde obtenemos fuerzas para proseguir perseverantes en fidelidad; "y quién persevere hasta el fin, ese será salvo". Mateo 24:13. Eso indica que el gran conflicto, en lo que respecta a nosotros, se traba en la mente, y allí es que precisa ser ganada la victoria. Como H.H. Farmer, afirmó: "Las victorias de Dios son alcanzadas solamente en el campo de batalla del corazón humano". Y si allí conseguimos triunfar, podemos unir la voz con Henry W. Beecher al afirmar: "Una victoria dentro de nosotros es mil veces más gloriosa que una victoria fuera de nosotros". Las declaraciones de Juan a respecto de la victoria que el cristiano disfruta, tenían que ver con la diseminación del engaño que ocurría entre los creyentes de su comunidad. Eso les minaba la fe, y Juan les dejó claro que no debían dar oídos a los disidentes, si realmente querían ser victoriosos en Cristo. Como la lección de mañana observa, los "falsos conceptos estaban afectando la mente de los creyentes". No se debe dar oídos a lo que cualquier disidente anuncia, aunque se presente con aires de "nueva luz que Dios está enviando a su pueblo" ¿No es la mismísima actitud que debemos tomar, ya que el enemigo continúan actuando para debilitar nuestra fe? Lo que sucede es que él es un derrotado, y quiere que nosotros también lo seamos. ¿Habremos de permitir?. Lunes, 24/8/2009 - › El Jesús en Quién Creemos ( 1Juan 5:6-8) El Jesús en quién necesitamos creer es Aquél que "vino por medio del agua y sangre, Jesús Cristo; no solamente con agua, más con agua y con sangre". (vs. 6). Como la lección deja claro, "agua" alude al bautismo de Jesús, evento que marcó el inicio de su ministerio en este mundo, "sangre" dice respecto a su muerte, lo que concluye ese ministerio, dando por ejecutado el Plan de Salvación. Sus palabras al expirar, "consumado está" (Juan 19:30), testifican ese hecho. En el Bautismo, se hizo oír una voz venida del cielo, la voz del Padre, que decía: "Este es mi Hijo amado, en quién me complazco" (Mateo 3:17). En la cruz ninguna voz celestial fue oída, mas el testimonio humano fue claro: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Marcos 15:39). Así, la filiación divina de Jesús fue confirmado al comienzo y al final de su ministerio. Un Jesús diferente de este que recibiera la autenticación del cielo y de la Tierra sería simplemente incapaz de salvar. Es evidente que Juan, con su fundamentado testimonio apostólico, contestó frontalmente a los disidentes. Como fue referido en el comentario de 1º y 2 de julio, ellos imponían una distinción crítica entre Jesús y Cristo. Para ellos, Jesús, puesto que extraordinario, era un hombre común, hijo natural de José y María. En la ocasión del bautismo, Cristo se juntara a Él, pero lo abandonara poco antes de la cruz. La muerte de Jesús, por lo tanto, no era más salvífica que la muerte de cualquier otro mártir. Como la lección declara, "si Jesús no hubiera sido ni el Mesías ni el Hijo de Dios, el mensaje de ellos sería: La muerte expiatoria del Hijo de Dios no es necesaria para nuestra salvación. El Hijo de Dios no murió en la cruz en nuestro lugar a fin de redimirnos. Ese concepto llevaría a una comprensión completamente diferente de la salvación y de la Divinidad. "Eso Juan no podría tolerar, y contra eso él advirtió enérgicamente a su rebaño. Él no quería que las personas fuesen engañadas por falsas enseñanzas". La lección aún pregunta: " ¿Cómo debemos experimentar la realidad del agua y de sangre en nuestra propia vida?". Paralelamente, en nuestro caso, ¿tan solamente el bautismo en las aguas es suficiente para salvar, pese al hecho de ser requerido para la salvación? (ver Marcos 16:16); es mucho más prioritario la "sangre", esto es, la aceptación de Jesús como Salvador y Señor. Es por eso que ese pasaje de Marcos asevera que "quién (en primer lugar) cree y (entonces) fuere bautizado será salvo. Así, no es el bautismo el objetivo precipuo de la predicación (vea 1Corintios 1:17), sino, llevar pecadores a los pies de Cristo en una experiencia real de conversión. Eso consumado, en una confirmación pública de esa experiencia que debe ser consolidada con la administración del bautismo, cuyo valor deriva exclusivamente del valor infinitamente superior del acto precedente. El blanco del evangelismo apostólico (y con Juan no fue diferente) siempre fuera, de hecho, que solo se bautizasen aquellos para quienes Cristo se tornara el Señor Supremo de su vida. Bautismo ("agua" en el lenguaje de Juan) sin la consolidación de esta experiencia de ("sangre", en el lenguaje de Juan) es sin valor, dado a su inutilidad. Para la consolidación de nuestra salvación, es necesario que Jesús haya venido a nosotros no solo por medio del "agua", sino, y ante todo, por medio de "sangre". Martes, 25/8/2009 - › Jesús y el Testimonio de Dios (1 Juan 5:9,10) Tres testigos dan su testimonio a favor de la filiación divina de Jesús: el agua, la sangre, y el Espíritu Santo (vs. 7, 8). Con respeto al testimonio por parte del agua y de sangre, vea el comentario del día de ayer; el Espíritu Santo es Aquél que sella el testimonio, de manera especial, en la mente del ser humano, llevándolo a la convicción de sus pecados y de la aceptación del medio provisto por Dios para el perdón y la salvación. La lección nos recuerda, notoriamente en el cuarto Evangelio, el Espíritu Santo vendría para testificar de Jesús. A más de eso, Él cumpliría, como cumplió, siete actividades, todas en exaltación a Jesús: 1. Enseñar y 2. Recordar todo lo que Jesús dijo – Juan 14:26 3. Dar testimonio de Jesús – Juan 15:26 4. Convencer de pecado, porque el mundo no cree en Jesús; de justicia, porque Él fue para el Padre; y de juicio, porque Satanás fue juzgado y derrotado – Juan 16:8 5. Guiar a toda verdad, y Jesús es la verdad (14:6) – Juan 16:13 6. Declarar, o anunciar, lo que Jesús, de parte del Padre, le entrega – Juan 16:13-15 7. Glorificar a Jesús – Juan 16:14 El Apocalipsis se refiere a Él como los siete Espíritus de Dios( Apocalipsis 1:4, 5; 4:5). Siete es el número de la plenitud. El Espíritu alcanza la plenitud en esta actividad cristocéntrica séptupla. Todo eso es tan fundamental para el plan de redención, que sin la actuación del Espíritu, sería como si Jesús nunca se hubiese encarnado y Dios nunca se hubiese manifestado. Él habilita al hombre a entender la salvación y responder positivamente a ella. Sin Él, la iglesia no podría cumplir su misión, y estaríamos predestinados a permanecer en este mundo indefinidamente. Es por esta razón que el testimonio que proviene del Espíritu es fundamental. Es Él que efectiva todos los testimonios a favor de Jesús, los cuales son referidos por la lección de hoy. (vea el primer párrafo de la nota que sigue a la pregunta 2). Todos ellos confirman el testimonio del propio Padre, esto es, el testimonio de Dios, el cual es mucho mayor que el testimonio humano (vs. 10). "Juan dice que, si estamos dispuestos a aceptar el testimonio humano, [mucho] más el testimonio del propio Dios... y creer en Jesús como descrito en el Nuevo Testamento". Fe, aquí, significa plena aceptación de lo que Dios dice; aquellos que, por aceptar la falsa enseñanza, pasan a dudar de las verdades reveladas acerca de Jesús están tornando a Dios un mentiroso. (vs. 10). Miercoles, 26/8/2009 - › El tema de La Trinidad (1Juan 5:7, 8) La construcción "en el Cielo: el Padre, la Palabra y el Espíritu Santo, los tres son uno. Y tres son los que testifican en la Tierra:" debe ser considerada una interpolación al texto original. Esta parte del texto juanino jamás deberá ser usado a favor de la doctrina de la Trinidad, aún porque ella es desnecesaria para ese fin. Varios otros textos, preservados en su integridad, mencionan las tres personas de la Divinidad con suficiente claridad para que no haya cualquier duda a respecto de lo que debemos creer. Lo más citado entre ellos es sin duda, lo de Mateo 28:19. Es en los escritos juaninos, entre tanto que encontramos las más conclusivas declaraciones que acaban por establecer lo enunciado de la doctrina. Como la lección aclara: "aún sin esas palabras [la construcción arriba] , la doctrina de la Trinidad está firmemente establecido en los escritos de Juan. "Seguiendo a la pregunta 3, la lección presenta seis textos juaninos que identifican la divinidad de Jesús como idéntica a la del Padre. Añado también que el Espíritu Santo es referido como divino, particularmente en dos textos: Juan 1:1 y 14:16. Para comprobar ese hecho, tenemos que volver un poco nuestra atención a la lengua original del texto. Juan 1:1 – "El Verbo era Dios". Los así pretendidos testigos de Jehová traducen esa fórmula "La Palabra era un dios" (Vea la versión Nuevo Mundo) Para esto, ellos alegan que, en el original griego, la Palabra Dios (Theós), cuando en alusión al Padre, es seguido del artículo definido, lo que no acontece cuando es referido al Hijo. Considerando que en ese idioma, no existe artículo indefinido, y que esto queda sobre entendido en la ausencia del definido, Dios, aplicado a Jesús, tendría que tener un sentido indefinido; por tanto, traducen "un dios". Esa conclusión, todavía, es totalmente equivocada, pues no llevan en consideración una de las más elementales reglas griegas a ese respecto; la conocida regla de Colwell. Esta determina que un predicado nominativo definido tiene el artículo cuando sigue al verbo; no tiene cuando él precede al verbo. La ausencia del artículo no lo torna predicado indefinido o calificativo cuando él precede al verbo. En Hechos 28:6, por ejemplo, theón sin artículo, sucede al verbo; luego, a la luz de la regla mencionada arriba, la única traducción posible es: "un dios". Pero, aquí, lo correcto es como aparece en la mayoría de nuestras Biblias: "el Verbo era Dios", no "un dios", pues en la fórmula original (theós en ho lógos), ...theós(Dios) antecede al verbo (en = "era"). El contraste con el versículo 14 confirma esta versión: ho lógos sárks eghéneto, "el Verbo se hizo carne", y no, "se hizo una carne", pues sárks ("carne"), que no está acompañado de vocal antecede al verbo (eghéneto = "se hizo"). Nótese, todavía, que Juan podría usar otra fórmula con theós precediendo al verbo: ho lógos theós en, lo que exigiría la misma versión, "el Verbo era Dios", Mas si lo hiciese, él estaría afirmando que únicamenteLógos ("el Verbo"), y nadie más, sería poseedor de la misma esencia o naturaleza divina de Dios. En otras palabras, la Divinidad estaría reducida, (como a muchos antitrinitaristas les gustaría,) a dos personajes apenas (el Padre y el Hijo), no habiendo lugar para el Espíritu Santo. Por la manera como escribió él , de hecho, afirmó que, antes de la encarnación, Lógos era exclusivamente "Dios" y nada más, al tiempo en que dejó espacio para la existencia de otro Ser plenamente Divino a más del Padre y del Hijo, en ese caso el Espíritu Santo. Juan 14:16 – "... Él [el Padre] os dará otro Consolador... "La referencia aquí es al Espíritu Santo (vea los versículos 17, 26). "Consolador" es la versión del término parákletos, empleado en 1 Juan 2:1 y aplicado a Jesús, implicando personalidad; por tanto, el Espíritu Santo es una persona, y de la misma calidad de Jesús, pues "otro" es la versión del griego ayos, término que significa "otro de la misma especie, o naturaleza". El prometido Consolador es alguien tan Divino cuanto Jesús. Pero ¿cuál es la cualidad de la divinidad de Jesús? Acabamos de observar que, según Juan 1:1, Su Divinidad es plena. El Espíritu de Profecía concuerda: "Cristo era Dios en esencia en el más alto sentido. Él estuvo con Dios desde toda la eternidad..." (Ellen G. White, Review and Herald,5 de abril de 1906). Si así es con el primer Consolador, así es con el Segundo. El mismo Espíritu de Profecía confirma ese hecho: "El Consolador que Cristo prometió enviar después de ascender al Cielo es el Espíritu en toda la plenitud de la Divinidad, tornando manifiesto el poder de la gracia divina a todos cuantos reciben y creen en Cristo como Salvador personal". (Evangelismo,pág. 615, Cursiva nuestra). "Toda la plenitud de la Divinidad" es precisamente lo que Colosenses 2:9 afirma residir corporalmente en Cristo. De hecho, el Espíritu Santo es el segundo Consolador, de la mismísima naturaleza divino del primero. Jueves, 27/8/2009 - › El Resultado de Creer en Jesús (1 Juan 5:11, 12) Juan no podría dejar de mencionar de manera clara y objetiva el resultado de creer en Jesús. Dios "nos dio la vida eterna; y esta vida está en su Hijo". Note que el escritor no dice "Dios nos dará la vida eterna", sino, "nos dio". En otras palabras, la salvación es un don inmediato, esto es, no para ser apenas otorgado en el futuro, más algo que ya nos fue otorgado. "...quién cree en el Hijo tiene [no "tendrá", más tiene] la vida eterna" Juan 3:36. Cuidado, entre tanto, Nada tenemos que ver con el presuntuoso sentimiento de que "Una vez salvo, salvo para siempre", pues esa vida eterna que Dios ya nos dio no está aún en nosotros; "está en su Hijo" (1Juan 5:11) razón por qué "aquél que tiene al Hijo tiene la vida; aquél que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida" (vs. 12). Tener a Jesús, por lo tanto, es el secreto para la vida eterna. Pero hade ser el Jesús de la Biblia, divino y humano, sin pecado, Aquél que murió por nosotros, resucitó para nuestro bien, actúa en nuestro favor en el santuario celestial y volverá para completar nuestra alegría. El Jesús minimizado, reducido, rebajado, menguado de los disidentes no tiene la mínima posibilidad. Es como la lección dice: "Los oponentes de Juan – que cuestionaban la verdadera divinidad o humanidad de Cristo, o que pretendían separar lo divino de lo humano – tenían una visión diferente de Jesús y no creían en Él en el sentido Bíblico. Por el motivo de que no tenían al Jesús de las Escrituras, no tenían la vida eterna". Necesitamos proseguir con el Hijo hasta vernos salvos para siempre. Eso es claro, será una realidad cuando nos adentremos por los portales de la gloria. Sin antes de ese momento, naturalmente por amor y apego al pecado, perderemos al Hijo, perderemos la vida. "Dios jamás permita que eso acontezca!. Viernes, 28/8/2009 - › Estudio Adicional La fe en Dios y, consecuentemente, en Jesús y en el Plan de Salvación, sobre todo, es una cuestión espiritual. Existen algunas situaciones en la vida en las cuales tenemos que ejercer nuestra confianza en algo o alguien del cual no tenemos ninguna garantía. Las relaciones entre las personas es un ejemplo de esas situaciones abstractas que envuelven la confianza. Las relaciones se basan en sentimientos; los sentimientos solo pueden ser percibidos a partir de alguna manifestación externa, que es analizada dentro de un conjunto de factores que envuelven expectativas, interés, motivos, afectos y otras formas que, juntas, nos proveen informaciones a respecto de la naturaleza del sentimiento que está siendo manifestado. Así, nuestro sentimiento con relación a alguien es definido y, puede o no surgir la confianza en esa relación. Note que estamos hablando de cosas inmateriales, los sentimientos, en los cuales no se puede tocar ni ver. Podemos ver apenas sus evidencias y creamos en ellas o no. Eso es tan real que nos permite tomar decisiones de compromisos que pueden determinar un nuevo rumbo para nuestra vida, en base a la confianza de que lo que vemos es real, y no una representación teatral, por eso no debemos confiar solamente en las emociones, mas es preciso utilizar la razón y los principios. Así es en nuestra relación con Dios. Si tomamos decisiones basadas en evidencias que nos indican el grado de confianza que podamos depositar en las personas, algo que no puede ser visto ni tocado. Nuestra creencia en Dios también es basada en evidencias claras de la manifestación de su poder creador, por sobre todo, y también por las evidencias que Él proveyó para mostrarnos que nuestra fe no es en vano. En ese contexto están las profecías del pasado, que incluyen el anuncio anticipado del nacimiento de Jesús y de la forma de su muerte vicaria (Isaías 53). Piense: "Los hijos de Dios no han de estar sujetos a sus sentimientos y emociones. Cuando fluctúan entre la esperanza y el temor, el corazón de Cristo es herido; porque él les ha dado evidencias inconfundibles de su amor. Desea que sean establecidos, fortalecidos y cimentados . . . Quiere que hagan la obra que les ha confiado; entonces sus corazones serán en las manos divinas como arpas sagradas, cada una de cuyas cuerdas exhalará alabanza y acción de gracias a Aquel que Dios ha enviado para quitar el pecado del mundo". – Mensajes a los Jóvenes, pág. 108. Desafio: "Que vuestra imaginación se fije en las cosas invisibles. Que los pensamientos se dirijan hacia las evidencias del gran amor de Dios por vosotros. La fe puede sufrir la prueba, vencer la tentación, soportar el fracaso. Jesús vive como nuestro abogado. Todo lo que nos asegura su intercesión nos pertenece". – La Ciencia del Buen Vivir, pág. 488. |